La reciente coronación de Nico Jarry en el Challenger de Salinas y su gran nivel exhibido en Ecuador, no hacen más que aumentar las expectativas del Príncipe de cara al resto de la temporada tenística. En suelo ecuatoriano, el nieto de Jaime Fillol ha podido mostrar su mejor versión luego de la sanción por dopaje. El título lo posicionó en el lugar 370º en el ranking ATP, algo casi impensado hace algunos meses.
Luego de un nefasto 2020, las raquetas por fin parecen sonreírle a Nicolás. El santiaguino se ha mostrado firme con el derecho y más seguro que de costumbre con su revés paralelo. El primer título luego del ansiado retorno a las canchas y sus -hasta ahora- siete victorias consecutivas en el circuito, asoman como el break point ideal para agarrar confianza e iniciar el repunte definitivo.
Sin dejar de lado el análisis netamente tenístico, el buen momento del chileno se gesta a partir de la confianza. No le tembló la mano cuando Mejía lo igualó en el tie break y casi le arrebata el primer set. Es en esos momentos donde se nota la mejoría real en el juego de Jarry: el factor anímico.
Se lo ve con ganas, con un hambre de triunfo que hacía tiempo no mostraba. Un año fuera de las canchas es una eternidad para cualquier deportista de élite, y el saber reponerse de ese golpe en tan poco tiempo, es un mérito doble. Hoy volvió a dar una muestra de esa confianza: victoria en sets corridos ante el holandés Tim Van Rijthoven que lo mete en cuartos de final de la edición 2.0 del certamen ecuatoriano.
Volverá a enfrentar a Mejía por segunda vez en la misma semana, rival al que ya venció en la final del martes. Mantener la racha de victorias es la consigna para un Jarry que viene con un envión anímico que hacía tiempo no percibía. Concentración, confianza y regularidad en el saque: los tres aspectos clave para entender el buen momento de un Jarry que sólo piensa en volver a ser el de antes.
¡Vamos Nico!